En una zona del sur del Cauca se puede encontrar la ruta de la hoja de coca. Sin embargo, los campesinos cocaleros que la promueven, no son narcotraficantes y la planta la usan para ‘mambear’ y para obtener harina con la que preparan alimentos como galletas y remedios tradicionales.
En las zonas rurales de la cuenca del Río San Jorge, entre los municipios de Bolívar y Almaguer, los campesinos no usaban relojes para medir el tiempo que les tomaba cubrir distancias caminando.
Alexander Quiñonez, un habitante de la zona, dice que “se calculaba con las ‘mambeadas’, la gente decía que se demoraba tres ‘mambeadas’ y ya sabían que eran seis horas porque cada ‘mambeada’ eran dos horas y eso siempre fue muy exacto”.
‘Mambear’ es masticar hoja de coca y para hacerlo, asegura Orfelina Hoyos, se necesita tostar la planta en una olla de barro sobre el fuego.
Una propuesta de paz con la hoja de coca
En el caso de la harina el proceso solo requiere previamente secar la hoja bajo el sol, que no falta ni en la época de invierno.
“Se muele y se cierne para que la ‘vena’ no le quede y esa harina es de remedio, sirve hasta para la comida y si por ejemplo a uno le duele el estómago se hace un té de coca y se le quita”, explica Orfelina.
En esta zona del suroriente del Cauca se ha contado cerca de 3000 personas entre campesinos, comunidades afro e indígenas que conservan la tradición de mambear.
Alexander dice que la ruta de la hoja de coca que ellos defienden “es mostrar el tostado, sacar la harina y sacar las tortas, las galletas y las diferentes formas de procesar la coca orgánica y sana”.
Campesinos cocaleros en el Cauca y su propuesta de paz
Coca y paz, una alianza con las tradiciones
La ecóloga Dora Troyano actualmente adelanta un doctorado en Etnobotánica y Estudio Bioculturales. En los últimos años se ha dedicado a apoyar el proceso de los campesinos cocaleros que, en el Cauca, pretende separar la hoja de coca para fines ilegales de los usos tradicionales.
Dice que el resultado de varios estudios de la planta ha confirmado sus características nutricionales.
“En cuanto a nutrientes en cuanto a metabolismo y definitivamente la academia cumple con la función de generar datos para soportar las políticas públicas que queremos modificar”, señala Troyano.
Herney Ruíz, hace parte de un programa comunitario denominado, Alianza Coca para la paz del que asegura, ha servido para mantener la convivencia entre las comunidades alrededor del cultivo de hoja de coca.
Dice que hace falta “que se reconozca a nuestras comunidades campesinas, indígenas e inclusive afros, en el cuidado de nuestra hoja de coca, que sean nuestras mismas comunidades, que se las pueda apoyar para que esa transformación se pueda dar y no sean perseguidas”.
En zonas como el corregimiento de Lerma usan la coca para ‘mambear’, para hacer remedios tradicionales, preparar galletas e incluso para hacerla parte de la gastronomía local.
Están convencidos que este tipo de acciones pueden atender necesidades como el hambre y la desnutrición.
“Este es un ejercicio que necesitamos hacer juntos para articular acciones, procesos, conocimientos y lenguajes que nos permitan sacar adelante estas propuestas”, puntualiza Dora Troyano.
En Colombia existen 14 iniciativas de productores de hoja de coca, desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta el Amazonas. Algunos de los procesos son apoyados por instituciones como el SENA y buscan defender el uso tradicional de la planta.